domingo, 22 de noviembre de 2009

Sesión número 9: el Quijote que canta

No, no: aunque me lo pidan no voy a decir aquí lo que pienso de las películas musicales, ni de las óperas, ni de las galletitas Ópera.
Simplemente voy a consignar que, como le pasa a Agustina, cada vez que escucho Impossible dream me emociono. Eso sí, por razones muy distintas: ¡porque es la canción de uno de mis comerciales de TV preferidos!
Lo creó la agencia inglesa Wieden + Kennedy Londres para Honda hace unos años, en 2006, y ganó un león de oro en el festival de publicidad de Cannes de ese año. La versión de la canción que usaron no es la de la peli, sino la que grabó Andy Williams en 1972. Mírenlo al final de este post.
Antes, las fotos de rigor.


El grupete (con la coherente visita, aquella noche del Caballero de la Triste Figura, del español Tiburcio Moreno Martín, jefe de correos de la Región Cantabria de Urbano, muy amigo de don Mattio después de diez años de visitas ininterrumpidas a Argentina)...


... y la claqueta. Más...


... un Damián todavía peludo en actitud contemplativa. Listo. ¡Ah, no! Falta...


... el excelente comercial de Honda musicalizado con "Impossible dream".

3 comentarios:

  1. El comercial es buenísimo! (No le digan a Agus, pero me gustó más que la película...)
    Gracias, Pancho, por compartirlo!

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  2. Voy a decir algo en mi defensa. En realidad, en defensa de los musicales. El comercial es buenísimo (coincido con Julia, así que no me ofendo), pero el punto es ¿por qué permitimos que el hombre cante en el comercial, y no hace ruido, y si en medio de una película el protagonista se pone a cantar, arruina la película. La pregunta es para Santi y para Pancho, para quienes la música pareciera que debe ser sólo incidental.
    Una pena, no existiría la ópera!

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  3. Va mi defensa, Agus. El caso es que, en el comercial, el tipo está simplemente cantando, como quien canta en la ducha. No está, como sí ocurre en la ópera (otro género que personalmente no soporto), respondiendo a canto pelado a alguien que le preguntó a cuánto está el kilo de batata en el mercado y pasándole la lista de precios entre dos, res y mis, negras y corcheas.
    Al final, este grupete va a pensar que lo que detesto es la música, cuando hay pocas cosas que me apasionen más y ha sido una de las dedicaciones a las que más pasión le he puesto y una de las que consideré seriamente como modus vivendi. Y quizás sea justamente por eso, por el modo en que siento y entiendo la música, que me gusta ver un recital (a eso se parece este tipo cantando) y no me agrada que una charla de café se confunda con una canción, como pasa en los musicales.
    Y si a eso agregamos que tampoco me gusta el baile (en ninguna de sus múltiples variantes, no clásico ni moderno, ni profesional ni social), creo que el panorama queda claro: prefiero una sola Mercedes Sosa antes que cien Julios Boccas.

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