martes, 21 de julio de 2009

Una insignificancia

Un breve comentario, detalle femenino, sobre las fotos. ¿Se dieron cuenta de que los hombres mantienen siempre el mismo lugar? ¿Que las mujeres cambiemos de un lado al otro, es una cuestión de género?
De todas formas, no es algo que me moleste, sino simple curiosidad. Lo que sí me hizo ruido, fue que en la última foto Mme. Césari levanta la tacita de café a modo de brindis, cuando en las primeras fotos teníamos preciosas copas de vino en alto. Eso sí, para un borracho, es casi una ofensa.
Señor fotógrafo, por favor, tengamos en cuenta ese ínfimo detalle para el próximo encuentro.

Agustina

domingo, 19 de julio de 2009

¡El cuarto hombre!

El tercero era el amigo Orson, sí.
Si cambiamos el trío original y consideramos que el segundo era el director Carol Reed y el primero, el productor Alexander Korda (responsable de la génesis de la película), el cuarto debería ser el autor Graham Greene, claramente.
¿Y por qué lo traigo a colación?
Porque ayer a la mañana, paseando por el barrio, me encontré de pronto metido en una librería de viejo y me encontré con una maravillosa edición de El tercer hombre, pero el libro, no la película, que como bien dice su autor en el comienzo de la introducción, "no fue escrito para ser leído, sino para ser visto".
Y tan pero tan buena, y tan esclarecedora, me pareció esa introducción, que no pude evitar fotografiarla (el modo casero de escanear cuando no hay un escáner a mano, habiendo comprobado antes que en la web sólo figuran breves fragmentos de ella, pero ninguna versión completa) y compartirla con mis Borrachines del Cagnon en esta incómoda serie de JPGs, que calculo que a más de uno molestará muchísimo leer, por lo fuera de foco, por lo amarillento del papel, por la falta de contraste y por la obligación de ir corriendo la imagen hacia la derecha o de pasar al siguiente JPG para poder "dar vuelta" la página.
Pero en fin: si después de esta esclarecedora introducción, El tercer hombre se convirtió casi en otra película para ustedes, les habrá pasado lo mismo que a mí.
Después les cuento qué tal el libro.




A medida que vayan haciendo clic en cada imagen se les irán abriendo nuevas pestañas o ventanas (según tengan configurado su navegador), que a medida que vayan leyendo podrán ir cerrando o no (según tengan configurado su cerebro).

sábado, 11 de julio de 2009

Maldición, fue un día hermoso

No hablo de hoy, sábado 11 de julio mientras estoy en Castelar en la casa de mis suegros, sino del miércoles 8, del día glorioso en que contagié a nueve desprevenidos espectadores -afortunadamente borrachos- del tatismo que me embarga desde que mi abuelo Papo (Enrique María Lagos, 1913-2008) hiciera lo mismo conmigo, adolescente de toda adolescencia, allá por el fin de los años 70.

He aquí, entonces, al abajo firmante junto a los nueve desprevenidos y beodos espectadores:

Al fondo, los mamados: Mattio, Landro, Pampliega, Dondo y Autorino; al frente, las ebrias: Cesari, Caride, D'Onofrio, Pisano y Ponferrada. ¡Loco, este Post Fideo's Clú necesita algún gallego, algún judío, aunque sea algún yorugua, para detener tanta tanada junta! ¿O Caride es español? No sé, es el único al que le encuentro alguna sonoridad ibérica. ¡Ahora entiendo por qué llorábamos tanto el mes pasado con Gassman y Tognazzi!

Es momento, para mantener las tradiciones, de incluir la esperada claqueta:

Es verdad que la película se llamaba "Mi tío", pero el responsable de haberme transmitido el tatismo agudo fue "Mi abuelo"... ¡que encima se parecía muchísimo a Tati!

Finalmente, me moría de ganas de rescatar para ustedes la imagen que, para mí, fue una de las claves de la película, y de la que ni siquiera hablamos el miércoles: este rincón inexpresivo de los suburbios de París:

Supongo que ya entienden por qué, ¿no? Con sus monoblocks al fondo y su pared antigua destruída en primer plano, aparecía en escena cada vez que algún personaje -los perritos, varias veces; monsieur Hulot y su sobrino, también varias veces- pasaban del mundo artificial de los Arpel al París verdadero y real del barrendero que nunca barría, del viejo que se mandaba para Chez Margot en pijama en connivencia con su perrito, del verdulero calentón de la camioneta hecha pedazos... Hay demasiada riqueza humana retratada en esta obra maestra, no puedo dejar de emocionarme cada vez que pienso en ella.

Besos a todos y hasta el mes que viene.
Monsieur Dondó

miércoles, 8 de julio de 2009

¡Sobre el límite!

No puede ser, este blog ya prácticamente no tiene vida.
Pero bueno, no quiero ser el principal culpable.
Así que hoy mismo, miércoles 8 de julio, cuando por la noche vamos a encontrarnos en la sala Manuel Puig (hermosamente registrada en el fileteado que se ve más abajo) para disfrutar del Quinto Encuentro Quinto de Los Borrachos del Cagnon (para ver Mi tío, de Jacques Tati, 1958), corro en agregar los documentos visuales que corresponden al encuentro número 4, que fue hace no demasiado (dos semanas, no mucho más).


Lamentable: el primer encuentro del año con ausencias. ¡Que no se repita!


El 14 de junio cumplió años el acomodador de la sala, un tal Marcelo, y dicen que algunos de los habitués de la matinée de los sábados le acercaron este colorido presente para que no los olvide, y para que les guarde los pedacitos de film con escenas porno que se vio obligado a recortar en los años 70, cuando Tato y la censura hacían de las suyas y él (el acomodador) también.


¿Y qué se puede decir de la claqueta? Quizás podría contar que, en su primer intento, el distraído anotador, urgido por las clásicas corridas de una producción siempre atrasada, había anotado "Los mounstros" en vez de "Los monstruos", pero mejor no lo cuento un carajo.