viernes, 6 de agosto de 2010

El gatopardo (I)

Para presentar esta película y lograr que todos la disfrutemos un poco más -que para mí es el fin esencial de cualquier comentario sobre una obra- creo que tendríamos que tratar básicamente tres asuntos: el momento histórico en que se sitúa la acción, la novela sobre la que se basa y la realización de Visconti.


En principio, la Historia (así con mayúsculas, como hacen ¿los hegelianos? ni idea...)

El gatopardo se sitúa en un período bien delimitado de la historia italiana que suele conocerse como la Unificación de Italia, o el Risorgimento. Hasta pasada la mitad del siglo XIX lo que conocemos como Italia era en realidad una serie de estados independientes; desde la vieja Roma Imperial no había un sentido de Nación unificada. Ése es un aspecto –la falta de unidad– el otro es el carácter predominantemente feudal de esos estados, principados y condados. Justamente de esto habla la novela y la película, claro. 

En el artículo de la wikipedia que enlazo aquí (quiere decir que tienen que hacer click sobre las palabras subrayadas, explico por las dudas ;-), hay un buen resumen de aquel proceso de unificación. No se preocupen, sólo con leer los primeros párrafos ya obtendrán la información necesaria.

Y copio también aquí el mapa de la península itálica antes de la unificación.


Fíjense que toda la parte sur es un sólo estado: el estado de las Dos Sicilias. El príncipe de Salinas, protagonista del Gatopardo es el señor de esas tierras y la acción comienza cuando hacia 1860 las tropas de Garibaldi invadieron y conquistaron Sicilia. 

Esas tropas revolucionarias luchaban supuestamente por un cambio de régimen y orden del estado. El pueblo y la burguesía se levantaba en contra de la nobleza y de la Iglesia. Pero las cosas no eran ten sencillas; había numerosos intereses externos entrometiéndose y al fin y al cabo en esta etapa de las guerra de unificación, los de Garibaldi buscaban ante todo quitar el poder al rey Borbón, que dominaba el norte y era la cabeza de la corona austríaca, para implantar al príncipe piamontés, Víctor Manuel II, como rey de la Italia unificada. 

Por eso la frase más famosa de la novela -"Es necesario que algo cambie para que nada cambie"- es un espejo perfecto de este momento histórico y da la pauta de la sutileza de la mirada de Lampedusa al retratarlo. Cambiarán los nombres de quienes detenten el poder, se les quitará algo de bienes a la Iglesia y habrá una mínima mejora en la distribución, pero el fondo de la sociedad no cambiará. Seguirá habiendo unos pocos que tengan la mayor parte de las riquezas y que podrán manejar el poder; y continuarán las masas del pueblo sirviendo a los intereses de los ricos. Lo que se habrá ido, casi por completo, son los privilegios de sangre: desde este momento se blanqueará la situación largamente preparada y será sólo el dinero lo que dé la preeminencia. Aunque, como también muestra la novela, no se olvida el encanto y fascinación que la nobleza produce en todos, que continúan reverenciándola o queriendo imitarla. El único cambio absoluto y verdadero será la unificación de Italia en un sólo estado nacional. 

La novela y la película, cuentan, entonces, el proceso y el costo que tuvo ese cambio para que nada cambie.

Continuará...

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